Mientras Adolfo va desempolvando la vieja gramola de discos de acetato con la que tanto disfrutó en su juventud de las últimas composiciones de Mozart, recién salidas de las partituras del geniecillo de Salzburgo, voy a tomarle la delantera y os voy a dejar una pieza que seguramente a todos os resultará más o menos conocida -mis conocimientos en la materia no dan para más- pero que a mí me gusta mucho y que nunca está de menos volver a escuchar.
Danza Macabra (Camille Saint-Saëns)
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